Tenía doce años cuando un día se acerca mi tío y me dice 'tomá, encontré este cassette en lo de la abuela, fijate si te gusta'. El cassette en cuestión era ni nada más ni nada menos que From the Cradle, de Eric Clapton. Hasta ese entonces sólo conocía algún que otro tema, pero reconocía más el nombre que el material de Eric. Fue así entonces que comencé a adentrarme al mundo del blues, con solos finos, punzantes y certeros, sin necesidad del virtuosismo ni de tocar mil notas por segundo. Era escuchar y sentir cómo Clapton transmitía sus sentimientos con su stratocaster. Más de grande indagué un poco más sobre su obra y fue cuando me fasciné con la etapa de Cream. Poco a poco, se fue convirtiendo en un modelo para mí, lo cual se profundizó mucho más cuando comencé a tocar la guitarra. Cada vez que me preguntaban por mi guitarrista favorito yo respondía con firmeza: Eric Clapton. Pero los años pasaron, pasé por diversos estilos y bandas, y Eric cada vez pesaba menos en mi rutina musical. A eso se sumaba el hecho de que comencé a encontrar información con respecto a su vida que no me atraían tanto como su música (con el tiempo comencé a entender que, a veces, hay que separar a la obra de la persona). Fue un momento en el que me comenzó a inquietar otro gran guitarrista: George Harrison. Pero eso es otra historia. Ayer, quizás un poco por nostalgia, busqué este cassette de Clapton. Hacía años que no lo escuchaba, pero el sentimiento sin dudas que se mantuvo. Casi como si fuera la primera vez...