Creo que fue a fines del año pasado (o a principios de este), que comencé a escuchar Paramore nuevamente. Quizás por una cuestión de nostalgia, no lo sé, busqué aquel tema que sonaba (invadía) la radio en 2009, Decode. Nunca fui fan de la banda, ni tampoco había ahondado en su discografía pero ese tema tenía algo hipnótico, pegadizo, que hacía que lo quisiera volver a escuchar una y otra vez. Y es así que volví a escuchar a esta banda oriunda de Franklin. Primero con algunos set acústicos, luego compilados (con sus greatest hits), y finalmente con su repertorio completo desde Riot! a Paramore. Poco a poco iba descubriendo el mundo de Hayley Williams y cia. Comencé a prestar atención a ciertos detalles como las letras, la instrumentación, el background de cada uno de los integrantes, los cambios que sufrió la banda, diferentes versiones en vivo de un tema, covers...En fin, ese proceso que uno lleva a cabo cuando se va transformando en fan de un grupo. Cuando ya creía haberlo descubierto todo, llegó su quinto álbum After Laughter ¡Y qué sorpresa me llevé! De aquel sonido pop punk no quedaba rastro. Un disco totalmente diferente a lo que habían hecho, con claras influencias del dance de los 80's. El contraste es evidente, pero a medida que uno va escuchando los temas, comienza a entender que ese cambio quizás era necesario. Hayley demostró que encasillarse y quedarse en la zona de comfort no iban a servir de nada para evolucionar profesionalmente. Además, ellos ya no son más adolescentes, por lo que insistir con un mismo estilo a veces puede dejarlos en ridículo. Su madurez es explícita no sólo en lo musical sino también en las letras que demuestran cierta lucha de Hayley con respecto a los desafíos que le plantea la vida. Casi existencial y bordeando temas como la ansiedad y la depresión, Williams encuentra empatía con su público y eso es recíproco. Hace unos días ella reveló que estuvo en una crisis que la llevó a pensar en que ya no tenía motivos para hacer lo que más le gusta (Hard Times, Caught in the Middle y Fake Happy pueden ser una muestra de su vivencia). Estas declaraciones me hicieron entender que los artistas son seres humanos de carne y hueso, que a veces uno los coloca en un pedestal (Hayley retrata este tema perfectamente en Idle Worship) pero detrás de ellos yace su fragilidad. Esta nueva etapa de Paramore debería ser más que bienvenida porque no sólo muestra la evolución y madurez de la banda sino también el renacer de Hayley como artista. No porque su carrera estuviese acabada, al contrario, sino porque la música nuevamente la volvió a salvar. Y si a ella la música la pudo sacar de un mal momento, a nosotros también.