La última película de Steven Soderbergh es la última película de su carrera. Al menos así
lo viene anunciando el director. Sin lugar a dudas, Soderbergh es dueño de una
de las filmografías más eclécticas, diversas y prolíficas del panorama actual
hollywoodense. Su primera película, Sexo, Mentiras y Video (Sex, Lies and Videotapes, 1989), lo puso
en el foco de atención de la prensa especializada, que lo transformó en el
nuevo wonderboy del cine
independiente norteamericano y figura claveen los festivales de Sundance y
Toronto. Pero rápidamente empezó a trabajar y a trabar amistad con las grandes
mega-estrellas de Hollywood (George Clooney, Matt Damon, Brad Pitt, etc.)
forjando una forma de producir sus propias películas dentro del sistema de
estudios sin perder control sobre su obra (Soderbergh puede hacer la dirección
de fotografía, operar cámara o la edición de sus propias películas). Soderbergh
es capaz de ir de una producción independiente pequeña (The Limey, 1999; The Underneath,
1995; TheLast Time I Saw Michael Gregg,
2011) a un monstruo-tanque (Ocean’s
Eleven, 2001; Ocean’s Twelve,
2004; Ocean’s Thirteen, 2007), o
trabajar temas serios y comprometidos (Erin Brockovich,
2000; el díptico Che, 2008) hasta
películas más superficiales y relajadas (la ya mencionada saga de La Gran Estafa; Out of Sight, 1998; Magic
Mike, 2012), todo con un nivel de productividad poco usual (ha llegado a
estrenar dos películas en el mismo año).
El estreno de Efectos
Colaterales (2013), junto con el anuncio del retiro del director, generaron
expectativa: así como el grueso de su obra es ecléctica, su calidad muchas veces
es esquiva e irregular.
Efectos Colaterales bien puede funcionar a modo de resumen de
la obra de Soderbergh: maneja un tema relativamente serio o de denuncia (en
este caso, la industria farmacológica), mantiene ciertos rasgos livianos en las
resoluciones, tiene un elenco multiestelar, y una clara identificación en su
fotografía y montaje. Ahora bien, no necesariamente por mantener algunas
constantes de su obra la convierte inmediatamente en una gran película. Tampoco
en una mala, pero al terminar de verla se percibe un mal gusto, o al menos, un
gusto a poco.
Emily (Rooney Mara, irreconocible desde su papel en La Chica del Dragón Tatuado) va en busca
de su marido Martin (el bodoque de músculo puro Channing Tatum) que acaba de
salir de prisión. Con el correr de los días Emily va mostrando un malestar cada
vez más profundo, una depresión de la que ya tiene antecedentes y que podría
llegar a provocarle daños a sí misma. Recurren entonces a la ayuda del Dr.
Jonathan Banks (Jude Law, siempre unos tonos más arriba en su composición) que
probará muchos medicamentos para levantar el estado anímico de Emily.
Finalmente, al fallar todos, probarán con una droga en fase experimental que
acaba de salir al mercado y que promete ser el medicamento definitivo para
combatir trastornos bipolares, depresiones y demás. La droga en cuestión,
Ablixa, cuenta con un fuerte apoyo publicitario y se puede ver su marca en
colectivos, en las calles, en la televisión. El estado de Emily mejora dramáticamente
y aquí ocurre el primer cambio importante en la trama: ocurre un crimen que
bien puede haber sido causado por los efectos secundarios del Ablixa.
Hasta aquí el film suscribe al thriller y se mantiene
fiel a sus reglas, el problema es que la constante sucesión de vueltas de
tuerca o giros inesperados van haciendo inverosímil la trama. Los buenos no son
lo que parecen ser, ya que tienen un background dudoso,
como mínimo. Los malos quizás no sean tan malos y las victimas tal vez no sean
lo que aparentan. Efectos Colaterales parece que quiere ir hacia el film de
denuncia en torno de la industria farmacéutica, el uso irresponsable de drogas
de curso legal por parte de doctores y pacientes, una crítica ácida hacia el
monstruo símbolo del capitalismo que es la bolsa de valores, etc., pero (y este
es un pero gigante) la película se frena y toma otra dirección totalmente
diferente. Una que lleva a la historia a los pies del thriller psicológico de
tintes eróticos, que bordea lo ridículo y lo grotesco en algunos personajes
(Catherine Zeta-Jones).
En la critica que Luciano Monteagudo hace de la
película en Página/12 (Clickaquí) menciona que Soderbergh y Scott Z. Burns
(habitual colaborador del director) juegan con cartas marcadas, al escatimar o
presentar nueva información que al espectador le había sido vedada. Algo de
esto que dice hay, y abunda. Incluso se llega a
sobreexplicar todo en sendos flashbacks, creando serias falencias en el ritmo
narrativo.
Dicho esto, Efectos
Colateralessí mantiene la mayoría de los rasgos estéticos del director de Haywire y Contagion, una fotografía azul, gélida, montaje preciso, distante,
una construcción de los personajes fría, que genera ambigüedad, y hasta la
primer hora un ritmo atrapante y desconcertante.
Steven Soderbergh ha declarado que su renuncia al cine
es definitiva para dedicarse al teatro, a la pintura y a la tv, lamentablemente
su canto de cisne no estuvo a la altura de la obra, irregular, si, pero
interesantísima y mucho más compleja que se lo se puede ver en su superficie.
Escrito por Juan E. Tranier para Escritos Circulares
Ficha técnica:
Side Effects, 2013, 106’, USA, Filmnation
Entertainment / Open Road
Dirección: Steven Soderbergh
Guión: Scott Z. Burns
Producción:Sasha Bardey, Scott Z. Burns, Elena de Leonardis, Lorenzo di Bonaventura, Gregory Jacobs, Douglas Hansen, Michael Polaire, James D. Stern
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